jueves, 24 de mayo de 2007

Lección Magistral pronunciada por D. Juan Vivancos Antón en su Investidura como Cronista Oficial de Cabezo de Torres





A mi buen amigo Manuel López López
Ex Alcalde Pedáneo de Cabezo de Torres


Señor Alcalde de la Pedanía de Cabezo de Torres, D. Juan José Muñoz Muñoz.
Sres. concejales del Excelentísimo Ayuntamiento de Murcia.
D. Ginés Vivancos Navarro, Medalla de Oro de Cabezo de Torres.
Sres. miembros de la Junta Municipal de Cabezo de Torres.
Señor Presidente de la Asociación Regional de Cronistas Oficiales; y compañeros de las diversas ciudades, villas, pedanias y lugares, que nos honran con su visita… Señoras, señores…

Es para mí una gran satisfacción y honor el nombramiento de Cronista Oficial de la Pedanía de Cabezo de Torres. Cuando a alguien se le concede el honor de ser el primer cronista de su pueblo, cuando la Junta Municipal, el pasado día 11 de octubre de 2005, apoya unánimemente la propuesta del Alcalde Pedáneo, entonces D. Manuel López López, y cuando, esta tarde, vemos la Sala Domingo Sandoval del Auditorio y Centro Municipal de Cabezo de Torres llena de amigos, uno se siente emocionado y muy feliz.

Permitidme pues que mis palabras sean de agradecimiento hacia la Junta Municipal de la Pedanía de Cabezo de Torres, por la honrosa distinción que me ha concedido, para que yo pueda ser la voz de la misma, participando en todos los foros de la Asociación de Cronistas de la Región de Murcia, así como en Congresos, Jornadas, etc…

Desde ese 11 de octubre de 2005, he sido plenamente consciente de la responsabilidad contraída y he intentado volcarme en el cumplimiento de las obligaciones inherentes al cargo, intentando corresponder con la medida de mis fuerzas, tiempo y capacidad, a las personas e instituciones que han confiado en mí para llevar adelante esta tarea.

Para esta solemne ocasión que estamos viviendo he preparado una breve crónica, que nos va a adentrar en una parte muy importante de la historia de Cabezo de Torres, sobre la que prácticamente casi no se ha escrito y que en nuestra pedanía aún no se ha publicado nada al respecto. Estoy seguro que va a ser toda una primicia para la mayoría de vecinos de esta pedanía.

Agradezco la atención de cuantos tomen esta pequeña crónica y se adentren en ella. Mi única intención es despertar el interés y el amor por la historia de Cabezo de Torres.

Esta crónica lleva por título: “El Castillo, el Albercón y el paisaje agrícola de Cabezo de Torres en el siglo XII”.




“EL CASTILLO, EL ALBERCÓN Y EL PAISAJE AGRÍCULA DE CABEZO DE TORRES EN EL SIGLO XII”.


El castillo y el albercón de Cabezo de Torres forman parte del conjunto histórico-monumental que se extiende sobre el mapa de E a W, formando una media luna de aproximadamente 1’5 Km., en cuyo extremo oriental se alza el Castillo de Monteagudo, a continuación se encuentra el Castillejo, le sigue el Castillo de Larache y en el extremo occidental las citadas construcciones de Cabezo de Torres.

Los restos del Castillo de Cabezo de Torres se encuentran sobre un cerro, densamente poblado en la actualidad, de forma alargada, de cima aplanada y unos 59 metros de altitud, que se eleva sobre el terreno circundante entre 20 y 25 metros. Sin embargo esta escasa diferencia de altura resulta suficiente para proporcionarle un cierto control del entorno y conectar visualmente con las fortificaciones vecinas y la propia ciudad de Murcia.

La mayor parte de las estructuras han sido destruidas o reutilizadas en la construcción de las viviendas actuales. Toda la zona se encuentra cubierta por piteras y palas, lo que añade aún más dificultad a la hora de realizar un estudio sobre los restos conservados.

Se trata de un edificio de planta cuadrada, de unos 40 m. de lado. En sus ángulos aparecen cuatro torreones inscritos en el cuadrado de la planta. En el lado N, un muro paralelo al exterior conforma una estrecha crujía. Es imposible decir más de la planta interior de la fortaleza puesto que se encuentra colmada de tierra y escombros.

A unos 20 metros en dirección N. se conservan los restos de un torreón cuadrangular aislado cuya finalidad es dudosa y que en nuestra localidad se le conoce con el nombre de “turrión”.

Algunos expertos barajan la hipótesis de que la presencia de estas cinco torres pudiera ser el verdadero origen del topónimo de nuestra pedanía.

Aunque la mayor parte de los estudiosos del tema nos inclinamos por la hipótesis defendida por D. Pedro Díaz Cassou que en su libro “Topografía-Geología-Climatología de la huerta de Murcia”, cuando escribe sobre la acequia de Churra la Nueve dice: “Hasta finales del siglo XVII Churra la Nueva tuvo su cola y final poco más abajo del pueblo de su nombre, entre la Rambla de Churra y el Cabezo de Torres”. A continuación, Díaz Cassou, añade una nota: “Tomó este nombre del apellido de D. Juan Torres, progenitor de los que, andando el tiempo, fueron Marqueses de la Corana y labraron palacio sobre la muralla de Murcia, cerca de la puerta del Azoque”.

Esta segunda hipótesis sobre el topónimo de Cabezo de Torres se refuerza con el texto del “Libro de repartimiento de las tierras, echo a los pobladores de Murzia” realizado por Alfonso X entre los conquistadores de Murcia por los años 1269-70 y en donde leemos: “ Johan de Torres tene en Alfandarí Xiii taffullas, que son ii alfabas et media”.

Volviendo al Castillo de Cabezo de Torres, mediante la observación de las fotografías aéreas efectuadas durante el vuelo de Julio Ruiz de Alda en el año 1927, cuando aún la parte superior del cerro no había sido urbanizada, se aprecia la existencia de un muro que partiendo del recinto cuadrangular se prolonga en dirección N abarcando todo el espacio estrecho y alargado que conforma la cima de la colina. El torreón aislado parece formar parte de esta línea de defensa.

Resulta difícil establecer la finalidad de esta fortaleza. En un principio, la existencia de torreones, la misma altura del cerro, y su relativo alejamiento del castillo de Monteagudo, induce a pensar que se trata de una construcción de carácter militar.

El Castillo de Cabezo de Torres se puede incluir en un conjunto de fortificaciones andalusíes que presentan como dominador común su planta cuadrada y cuyos precedentes más claros son los castillos omeyas existentes en el desierto de la zona sirio-palestina. A este conjunto pertenecen el Alcázar de Toledo, la Alcazaba de Mérida y la Alfarería de Zaragoza, la mayoría de ellos construidos en época omeya y seguramente por orden real.

El principal aspecto que evidencia el carácter musulmán de la fortificación lo encontramos en las técnicas constructivas propias de los alarifes musulmanes de al-Andalus, que construyeron sus murallas con sólidos lienzos de tapial de argamasa, tanto en la edificaciones de fortificaciones urbanas como rurales. El tapial se caracteriza por su color rojizo y es un material que se hace más duro con el paso del tiempo, como el cemento. Los muros de tapial están jalonados con torres rectangulares de poco saliente y situadas muy próximas entre sí, actuando como verdaderos contrafuertes. Su planta procura adaptarse a la topografía del terreno

En nuestra región, y más concretamente en torno a la ciudad de Murcia, encontramos varios ejemplos más de construcciones semejantes a la que nos ocupa, como el Castillo de la Asomada en el Puerto de la Cadena, que son los únicos conocidos en la Península. Todos ellos ofrecen enormes similitudes materiales entre sí, las cuales, en buena lógica, deberían reflejar también una misma realidad funcional.

En base a los estudios realizados en los cuatro castillos que forman el conjunto histórico-monumental de Monteagudo-Cabezo de Torres, debido a su proximidad y por los restos de decoración arquitectónica, indican que son edificios contemporáneos.

Y parece ser que también el fin de su esplendor está íntimamente ligado entre ellos basándonos en la Crónica de Ibn Sahib al-Sala que relata de manera detallada las sucesivas campañas emprendidas contra Ibn Mardanis por los almohades y que finalmente concluyeron con la conquista de la ciudad de Murcia en el año de 1.172. Es en este contexto donde se menciona el hisn al-Faray, conocido actualmente como castillo de Larache, concretamente durante la segunda campaña en 1170 de los beréberes.
“… hasta que llegaron a la ciudad de Murcia y la sitiaron y se apoderaron del castillo de al-Faray; que era lugar de recreo de Ibn Mardanis y arrasaron los huertos y jardines y todo lo que se extendía de llanos y aldeas en la región cercana a aquel medio…”

Muhammad ibn Mardanis (Peñíscola 1124 - Murcia marzo de 1172) conocido por los cristianos como el Rey Lobo, de origen mozárabe llegó a ser rey de toda la zona oriental del al-Andalus.

Durante el emirato del Rey Lobo, Murcia logra un esplendor inmenso, tanto que su moneda se convierte en referente en toda Europa. La prosperidad de la ciudad se basó en la agricultura y, aprovechando el curso del río Segura, se crearon una compleja red hidrológica (acequias, tuberías, azudes, norias, acueductos), siendo la predecesora del actual sistema de regadíos de la huerta del Segura. Hay que añadir los numerosos lugares de ocio y cultura que se crearon como guinda de esta esplendorosa etapa del emirato murciano, que fue capital de Al-Andalus durante un tiempo. Aproximadamente en esta época aparece en Murcia el cultivo de la seda y la fabricación de papel.

Así pues, los expertos defienden la teoría de que el Castillo de Larache quedase en el abandono a raíz del referido saqueo almohade. Y muy posiblemente la vecina fortaleza de Cabezo de Torres sufrió igual suerte.

Al pie del cerro sobre el que se alzan los restos del Castillo de Cabezo de Torres, en dirección N, existe otra gran estructura rectangular de 90 X 78 m. con un grosor de muro de 2’30 m. Se trata de un gran estanque, o albercón, del que gran parte de cuyos muros han sido reutilizados para una construcción moderna, el molino Armero.

Este molino, según consta en escritura pública, data del 23 de febrero de 1608. Este documento es el más antiguo que poseemos en Cabezo de Torres, aunque entonces este lugar no se llamaba así pues en la Escritura dice que está “situado al pie del Cabezo que llaman de los Frailes”, haciendo alusión a un convento, o casa solariega de la orden Carmelita.

Esta casa era la única de Cabezo de Torres en cuya fachada se encontraba un escudo toscamente labrado perteneciente a los Carmelitas. Y con seguridad a la presencia de esta orden se debe el nombre de la Rambla del Carmen, que discurre a escasos metros del lugar de su asentamiento, a la misma altura pero en el lado opuesto de donde se encuentra el Castillo de Cabezo de Torres y el albercón. Desafortunadamente, como en tantos otros casos, todas estas interesantes ruinas que podían aportar valiosos datos sobre nuestro pasado ya han desaparecido.

La presencia de la gran alberca o albercón, bajo el Molino Armero, abre otra hipótesis muy interesante sobre la finalidad principal del Castillo de Cabezo de Torres que puede que su construcción fuese no sólo con carácter defensivo o militar, sino más bien una especie de almunia como las de sus vecinos Castillo Larache y Castillejo con los que guarda muchas similitudes como hemos visto.

Este embalse de Cabezo de Torres, que aparece con nitidez en las fotografías aéreas antiguas, se halla estratégicamente ubicado entre dos elevaciones que conforman la actual población de Cabezo de Torres: una de ellas formada por el Cabezo de la Cruz y el de los Almendreros y la otra la del Cabezo de Abajo.

Esta situación le permitiría irrigar los terrenos a ambos lados del cerro más meridional, en el que se hallan los restos descritos. La alimentación del albercón posiblemente se efectuaba a partir de la Rambla del Carmen, que todavía en la actualidad discurre en sentido N-S, muy próxima al embalse por su lado oriental.

Esta zona de huerta es en la actualidad irrigada directamente por la acequia Vieja de Churra, que desde el W enlaza con el extremo NE del albercón, dos de cuyos muros son aprovechados como lados de la propia acequia. Esto parece indicar que dicha acequia es cronológicamente posterior al albercón y sus regadíos anexos, y que esta gran alberca probablemente quedaría en desuso con motivo de la excavación de la acequia Vieja de Churra.

Las fotografías aéreas también revelan una peculiar disposición del parcelario en una zona adyacente al cerro y que se prolonga en dirección S, hasta la senda de Granada, extendiéndose unos 100 metros a cada lado de la Rambla del Carmen. La disposición de los bancales en este área, que no coincide exactamente con la orientación del trazado ortogonal de la comarca a su alrededor, bien podría estar indicando la extensión de las tierras cultivadas a partir de las aguas de la rambla y el albercón, muchos años antes de que construyeran la acequia Vieja de Churra, que en la actualidad las irriga.

El empleo de estos grandes albercones carece de sentido en zonas regularmente surtidas de agua por una red de acequias como la de la huerta de Murcia que se nutre del caudal medianamente estable que se recoge en la Contrapasada. De hecho en la huerta nunca se han empleado grandes cisternas para el almacenaje de agua destinada al regadío. Así pues estos embalses son indicativos de la voluntad de acumular agua a partir de aportaciones irregulares que no permitirían hacer uso de ellas a voluntad como las acequias: éste podría ser el caso de la rambla. Por tanto parece que dichos embalses fosilizan un sistema de regadío en esta zona anterior al trazado de la red de acequias y que precisamente la excavación de los canales de riego motivo su abandono.

Como ya he mencionado no sólo el Castillo de Cabezo de Torres tiene su albercón; también los castillos del Castillejo y de Larache tienen sus correspondientes albercas.

El Castillejo ha llamado la atención de los estudios desde antiguo por tratarse de uno de los escasos ejemplos de arquitectura palatina andaluza. Según parece el edificio ocupaba el centro de una vasta almunia que comprendía terrenos de secano y áreas irrigadas mediante notables estructuras hidráulicas, entre ellas un gran embalse. Todas las evidencias parecen confirmar que se trataba del palacio de recreo del emir murciano Ibn Mardanis, el enconado enemigo de los almohades.

A unos 800 metros del Castillejo se levanta sobre un promontorio de escasa elevación las ruinas de otro edificio hispanomusulmán mucho más modesto que aquél: el llamado Castillo de Larache. A sus pies se conservan los restos de otra gran alberca de dimensiones más modestas que la del Castillejo, y que debió cumplir una función similar a aquella. En opinión de los expertos se trata de otra almunia fortificada de algún personaje importante, que posteriormente también pasó a manos del citado Ibn Mardanis.

Actualmente no existe rambla alguna en las proximidades de los embalse de Larache y Castillejo, sin embargo, si observamos detenidamente el parcelario en la fotografía aérea, podemos apreciar claramente cómo éste indica la existencia de una rambla antigua, hoy desaparecida, que penetra en la vega desde el norte y tras dibujar dos meandros pasa al pie del cerro del castillo de Larache por su lado oriental. Esta rambla continúa hacia el Sur bordeando por el W el cabezo del Castillejo y el del Castillo de Monteagudo para desaparecer a la altura de la actual población. Probablemente moría en el almarjal de Monteagudo, cuya existencia todavía a comienzos del siglo XIV está documentada en el “Libro de la Caza” del Infante D. Juan Manuel (p.580).

La acequia de Zaraiche discurre por este pago en sentido W-E hasta llegar al ángulo sur occidental del albercón de Monteagudo en que quiebra violentamente en dirección SW, para bordear el cerro del Castillo de Monteagudo. Los terrenos que irriga dicha acequia serían aproximadamente los mismos que irrigaba el embalse, por lo que se supone que a mediados del siglo XII, en que debió construirse éste, no existía tal acequia. Esto parece confirmado por la disposición del parcelario, que se encuentra cortado por el tramo de acequia entre el embalse y la población de Monteagudo. Si esto fuera así, no sería descabellado pensar que el propio nombre de la acequia de Zaraiche, procedente del árabe sahriy: que significa balsa, estuviera vinculado al gran albercón del Castillejo.

Como ya se ha indicado, cada uno de los albercones debió caer en desuso cuando se construyera una acequia cuya cota permitiera regar con mayor comodidad el terreno de cultivo correspondiente. Así pues, por orden cronológico, el primer albercón abandonado sería el del Castillejo, absorbido por la acequia de Zaraíche; el siguiente el de Cabezo de Torres, con motivo de la excavación de Churra la Vieja, y el último el de Larache, debido a la construcción de la acequia del Caracol, que es un ramal de la Churra la Vieja de la que arranca a la altura del Molino Armero. Dado que precisamente el albercón del Castillejo, siempre que aceptemos su vinculación con el palacio, es el que cuenta con una cronología más precisa, sabemos que este proceso no debió iniciarse antes de finales del siglo XII.

En la toponimia actual de la zona ha pervivido un camino de huerta que se conoce todavía con la denominación de “Senda de el Raal”. El Camino discurre en sentido E-W entre las poblaciones de Monteagudo y Cabezo de Torres enlazando los cuatro palacios existentes en el área. El nombre tiene su origen en la palabra riyad que en dialecto hispano-árabe significaba “jardín, huerta”.

La riqueza y monumentalidad de los restos arqueológicos existentes en la zona Monteagudo-Cabezo de Torres justifican plenamente una protección jurídica especial mediante su conversión en parque arqueológico teniendo en cuenta criterios histórico-artísticos, paisajísticos, urbanísticos y etnográficos tendentes a recuperar el entorno agrícola real que ha venido caracterizando nuestra huerta desde la época musulmana hasta no hace muchos años.

El pasado 14 de marzo de este mismo año, D. José Miguel Noguera Celdrán, Director General de Cultura de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia en un escrito dirigido a nuestro Alcalde Pedáneo D. Juan José Muñoz Muñoz, en respuesta a la solicitud de limpieza y acondicionamiento de los restos del Castillo de Cabezo de Torres, le informa que: “ En los últimos años desde la Dirección General de Cultura se viene ejecutando un programa de actuaciones encaminadas a la consolidación y puesta en valor de los monumentos del Sitio Histórico de Monteagudo-Cabezo de Torres, concretamente en los sectores de titularidad pública, siendo las intervenciones más recientes las efectuadas en el Castillo de Larache durante 2004 y en el Castillo de Monteagudo en el marco del proyecto “Fortificaciones islámicas del Sur de la Península Ibérica y Norte de África” dentro del programa europeo FEDER 10. Actualmente tenemos noticia de que desde el Ayuntamiento de Murcia se está procediendo a la redacción de un Plan Especial de Protección del Sitio Histórico, de acuerdo a lo establecido en la Ley de Patrimonio Histórico Español (artículo 20.1), en el cual se podrán definir las posibilidades y los modos de actuación en cada uno de los sectores del Sitio Histórico, incluido el Castillo de Cabezo de Torres”.

Actualmente las ruinas del castillo y del albercón de Cabezo de Torres están bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.

Muchas gracias por su atención.










BIBLIOGRAFÍA.

De vital importancia para este trabajo han sido las fotografías tomadas en el año 1927 por el aviador Julio Ruiz de Alda. Precisamente el martes 20 de marzo de este año el director general del Medio Natural, presentó los trabajos realizados por su departamento, que han supuesto la recuperación y puesta en valor de la información contendida en el vuelo realizado por este aviador para la Confederación Hidrográfica del Segura entre los años 1928 y 1932. Medio Natural se ha hecho cargo de la digitalización de los más de 6.000 fotogramas que lo componen y que en breve se espera que se puedan consultar en la Web:
www.murcianatural.com/ruizdealda/.

Imprescindibles para el autor han sido los siguientes estudios:
-Julio Navarro Palazón y Pedro Jiménez Castillo. “Aproximación al estudio del Castillejo de Monteagudo y otros monumentos de su entorno”. Centro Ibn Arabí. Ayuntamiento de Murcia.
-José Manzano Martínez y Francisca Bernal Pascual. “Un palacio fortificado musulmán en la Huerta de Murcia: El Castillo de Larache. Estado Actual de la Investigación”. Verdolay Nº4. Murcia.

Y muy importante los datos aportados por el libro:
-Teodoro Rojo Calvo, “Cabezo de Torres apuntes para una historia”.

No hay comentarios: